Hoy me senté a leer el Tiempo y las noticias me trastornaron el día. Se me revolvieron los muertos en la barriga, y se me devolvieron un poquito. Me quede con un sabor verdoso de fosa común entre el paladar y la lengua.
Hoy se me volvieron a aguar los ojos después de muchos meses por el país y por primera vez agradecí que este mundo haya borrado a mi abuelo antes de ver todo lo que el periódico publico.
No es que eso sea nuevo, no es que la última vez que fui a Cúcuta mi hermana no me hubiera dicho que no saliera mucho de noche y que no fumará mis peches porque le daban solución corta al sufrimiento de mi vida. Hace cuanto que en el campo toca pedirle permiso a estos desgraciados para sembrar una yuca o simplemente para ser feliz? Hace cuanto que vemos nuestra tierra resentirse y morir conteniendo la podredumbre de un pueblo al que entierran con las manos a la espalda y los ojos vendados?
Allá afuera las humaredas no dan abasto para quemar los malos recuerdos de la complicidad y la negligencia. Los militares salen a decir que no sabían nada, cuando todo el mundo en las zonas rurales los vio patrullando junto con los asesinos y trabajando con ellos. Colombia se revuelca y las señoras de la alta sociedad tapan la mierda con las enaguas. No dan abasto los ríos para tragarse los muertos, ni las retroexcavadoras para triturar los huesos. Fueron tanto los ceros de los dólares que contaron que se les salieron de las pantallas y ya no los pueden tapar. Se les acabaron las manos para contener el tierrero.
Este país bello en el que nací, viví y me quiero morir no pudo contener más la náusea, y vómito, purgo, abrió su gigante boca, se dobló, lagrimeo y perplejo se quedo frente al charco asqueado. En frente tenía los cuerpos de 10000 colombianos mutilados, en frente tenía sus propias entrañas que lo señalaban.
Este es mi blog y voy a decir algo que pienso sin miedo a que me censuren. Las torturas, las muertes, las desapariciones, los entrenamientos con gente inocente, el método desalmado y metódico de muerte, la corrupción y la participación inequívoca en el gobierno de los paramilitares no son más que una gran MIERDA. Un charco de excremento en el que todos los Colombianos nos ahogamos sin siquiera patalear.
No puede haber indulto. Estos crímenes deben ser juzgados por un tribunal internacional. Estos no son crímenes normales, pasaron hace mucho rato el límite de la crueldad. Esto es lo más triste y doloroso de la naturaleza humana.
Vergüenza, vergüenza de que no hemos dicho nada, que lo aguantamos sin replicar. Sería aun más vergonzoso no decir nada ahora. Escucho propuestas, para marchar, para decir afuera esta verdad a gritos que nos duele. Aquí en Inglaterra, allá en Colombia, donde sea, como sea, sin armas. El silencio es un pecado imperdonable.
Dolor por mi país, un sentimiento de angustia y rabia con él que no sé que hacer.
Hoy se me volvieron a aguar los ojos después de muchos meses por el país y por primera vez agradecí que este mundo haya borrado a mi abuelo antes de ver todo lo que el periódico publico.
No es que eso sea nuevo, no es que la última vez que fui a Cúcuta mi hermana no me hubiera dicho que no saliera mucho de noche y que no fumará mis peches porque le daban solución corta al sufrimiento de mi vida. Hace cuanto que en el campo toca pedirle permiso a estos desgraciados para sembrar una yuca o simplemente para ser feliz? Hace cuanto que vemos nuestra tierra resentirse y morir conteniendo la podredumbre de un pueblo al que entierran con las manos a la espalda y los ojos vendados?
Allá afuera las humaredas no dan abasto para quemar los malos recuerdos de la complicidad y la negligencia. Los militares salen a decir que no sabían nada, cuando todo el mundo en las zonas rurales los vio patrullando junto con los asesinos y trabajando con ellos. Colombia se revuelca y las señoras de la alta sociedad tapan la mierda con las enaguas. No dan abasto los ríos para tragarse los muertos, ni las retroexcavadoras para triturar los huesos. Fueron tanto los ceros de los dólares que contaron que se les salieron de las pantallas y ya no los pueden tapar. Se les acabaron las manos para contener el tierrero.
Este país bello en el que nací, viví y me quiero morir no pudo contener más la náusea, y vómito, purgo, abrió su gigante boca, se dobló, lagrimeo y perplejo se quedo frente al charco asqueado. En frente tenía los cuerpos de 10000 colombianos mutilados, en frente tenía sus propias entrañas que lo señalaban.
Este es mi blog y voy a decir algo que pienso sin miedo a que me censuren. Las torturas, las muertes, las desapariciones, los entrenamientos con gente inocente, el método desalmado y metódico de muerte, la corrupción y la participación inequívoca en el gobierno de los paramilitares no son más que una gran MIERDA. Un charco de excremento en el que todos los Colombianos nos ahogamos sin siquiera patalear.
No puede haber indulto. Estos crímenes deben ser juzgados por un tribunal internacional. Estos no son crímenes normales, pasaron hace mucho rato el límite de la crueldad. Esto es lo más triste y doloroso de la naturaleza humana.
Vergüenza, vergüenza de que no hemos dicho nada, que lo aguantamos sin replicar. Sería aun más vergonzoso no decir nada ahora. Escucho propuestas, para marchar, para decir afuera esta verdad a gritos que nos duele. Aquí en Inglaterra, allá en Colombia, donde sea, como sea, sin armas. El silencio es un pecado imperdonable.
Dolor por mi país, un sentimiento de angustia y rabia con él que no sé que hacer.