Friday 27 June 2014

EL ALMA, EL FUTBOL, EL MUNDIAL, TANTAS COSAS...

Hace 15 minutos por teléfono, hablando con una mujer que tiene la capacidad de hacer desparecer el mundo circundante, intenté responder una pregunta: Julian, que hacemos si Colombia gana el mundial, tenemos que hacer algo salvaje no?

Y la verdad no lo sé. Escribo cuando tan solo estamos en octavos y no sé si pasaremos de allí. Escribo con la emoción en el cuerpo de un hincha que ha visto esta selección ganar y perder, ir a mundiales y no clasificar a ellos. Escribe un Colombiano que recuerda los mundiales con un sabor agridulce. Escribe el nieto de un viejo pirata que se murió celebrando un gol de Colombia. Escribe el hermano de  un hincha furibundo que se nos fue sin siquiera imaginarse que íbamos a terminar una primera ronda con 9 puntos, goleando y jugando con suplentes. Escribe un descreído que se encontró de frente con una pregunta que tiene por lo menos dos respuestas.

He de decir antes de iniciar mis argumentos llenos de falencias y arbitrariedades que no soy un teórico del balompié, soy un simple hincha con un par de datos que quiere darle una explicación a lo que está ocurriendo.

Unos meses atrás leía en el País un reportaje de un escritor ignoto del cual no recuerdo el nombre, ni el rostro, pero del que recuerdo un par de frases que creo son relevantes para lo que le está pasando a esta selección. Aquel escritor comentaba que se había ido de España para Nueva York queriendo escribir como Hemingway, como Faulkner, quería ser un novelista americano y triunfar en la gran escena. Para su desgracia, o para su fortuna, estando allí, caminando el mundo, se dio cuenta de un hecho inapelable, se dio cuenta de que era Español y que no podía ser otra cosa. Se tuvo que ir para encontrar su voz, la de dentro, la de sus muertos.  Esa voz no era nada más que española.

Muchos de los grandes emigraron y encontraron mirando desde fuera eso que les hacía Colombianos. Yo mismo siendo nada más que un entusiasta de los aviones me miré al espejo después de años de vivir fuera y reconocí que lo realmente especial que llevaba en mi maleta tenía esos tres colores y olía a la cocina de mi abuela. No se puede ser más que eso. No se necesita tampoco nada más.

Me planteé seriamente si podríamos ganar un mundial de fútbol. Esa es la primera pregunta. Y la respuesta me asusto. Por qué ahora esa idea que parecía temeraria, inclusive arrogante, era lícita? Por qué después de tener muchos equipos e infinitos buenos jugadores este equipo es diferente? Yo le di una explicación que aquellos que lean esta pequeña columna juzgarán si les parece adecuada o no.

Esta selección Colombia es diferente porque encontró una voz. Porque no quieren ser ni Ingleses ni Alemanes ni Italianos. Esta selección es diferente porque no podrían ser otra cosa que la selección de ese pedazo de trópico entre dos mares cruzada por montañas que alguien decidió llamar Colombia. Esta selección es como el país mismo. Es un hecho irrefutable que se hace evidente cuando les ves celebrar los goles. Esta selección celebra bailando como se celebra en Colombia, juega bailando, riendo, con el desparpajo y la laboriosidad de nuestros pueblos. Esta selección es un conjunto infinito de razas en la que los blancos, los indígenas, los árabes, los negros y sus mezclas se abrazan y sudan juntos y mueren juntos y bailan juntos. Esta selección tiene alma y juega con ella.

A esta selección se le ocurrió la colombiana idea de volver a tener un 10 que arme. De tener laterales pequeños y ofensivos. De tener a un negro de rastas que mueva la bola al compas de la champeta. De tener un medio campo que sabe lo que es el esfuerzo y el sacrificio, el día a día, la lúcida realidad de aquellos que saben que en Colombia cuando dejas de nadar te ahogas. A esta selección no le miedo ganar y se le nota. A esta selección no le da miedo verse al espejo y saberse mestiza, salsera, champetera, pescadora, montañera. A esta selección no le pesan los años de fracasos o la pobreza o el hambre. A estos muchachos todo eso les hace fuertes, lo convierten en movimiento de balón, en fútbol, en ese de baile de 11 que es religión los Domingos en mi tierra.

Esta selección mueve la bola por el campo como se mueven los pies en una pista de baile un sábado por la noche en Cartagena o en Bogotá o en Cúcuta. Porque no importa cuanto sepas de ópera moderna alemana, si eres colombiano y vas caminando por la calle y suena una buena salsa se te sube por el alma y te desarma. Como diría el filosofo moderno, por debajo de la falda.

No sé si ganaremos. No me importa y no quiero subirme al carro de los que ganan sin haber jugado. Tampoco quiero las celebraciones fáciles a toro pasado. Solo sé que un equipo con voz, un equipo que representa su pueblo, su raza, su gente, no importa cuantos goles meta ni a que fase llegué, ese equipo ya gano.  Ese es el equipo que mi abuelo y mis amigos y yo soñamos cada vez que jugábamos un picadito de fútbol en la calle.

En la voz de Gabito: Muchos años después, frente a la pantalla del computador, este humilde servidor recordó el día que su abuelo le mostró por primera vez un partido de fútbol en un televisor a blanco y negro.

PD1. Y la segunda respuesta: Si mujer, no sé que vayamos a hacer pero lo que hagamos lo haremos al ritmo de tamboras y gaitas y acordeones. Al ritmo de la tierra del olvido. A la colombiana. En grande


PD2. Gracias por los tangos Pekerman. Gracias por ser el espejo que necesitaba este equipo para saberse con identidad, para sentirse Colombiano.